jueves, 15 de noviembre de 2007

CINE - Quiéreme, de Beda Docampo Feijóo: El viaje interior

En cualquiera de los medios que cubren los estrenos cada día jueves, es inevitable que en alguna de las reseñas se aborde el tema de los argumentos repetidos: que esta película recuerda a esa otra, que tal historia no es sino una variación de aquella que ya fue filmada varias veces. Borges solía decir respecto de la literatura -y de paso justificaba su costumbre de retomar el argumento de un cuento en otros, siempre distintos- que ya todo ha sido hecho, y que no puede aspirarse más que a la reescritura. Aunque no se trate de un simple refrito, esa idea sobrevuela todo lo que dura Quiéreme. 
Cuando Pancho recibe una nena como si se tratara de un envío puerta a puerta, no imagina que su fantasía del mundo perfecto acaba de terminar: su pareja con una chica varias décadas menor, un exclusivo restó recién inaugurado, la tranquilidad de un lujoso departamento en Puerto Madero; todo eso pierde cuando se entera que tiene que hacerse cargo de Amparo, la nena. Pero ¿quién es ella? Pues no: no es una hija desconocida que un pasado ya olvidado le planta en el camino. No, pero anda cerca. Amparo es su nieta, hija de una hija que vive en España, a la que Pancho no ve hace más de diez años y a quien le sugirió que lo pensara bien, cuando recién embarazada vino a buscar su consejo de padre. Sucede que Lucía, su hija, está atravesando una crisis por la muerte de su madre y no se siente en condiciones de hacerse cargo de la niña. Movido más por la necesidad de sacarse el problema de encima que por vocación paternal, Pancho viaja a Madrid. Con dificultad, reconstruirá por fragmentos la historia de esa hija casi olvidada, y no tardará en saber que él mismo es una de las piezas centrales del rompecabezas. 
Moviéndose inicialmente en un terreno de comedia dramática, en el que la relación entre el adulto y la niña dará pie a situaciones tiernas que inevitablemente traerán otras películas a la memoria, Quiéreme será también un diario de viaje, una especie de road movie transatlántica, para desembocar en la tragedia de perfil griego y, tal vez por eso, no exenta de justificación freudiana. Como Pancho, Darío Grandinetti es más convincente en este último tramo que en los lapsos de comedia: sin dudas los veinte minutos finales deben estar entre lo mejor de su trabajo en cine. Marrale compone con gracia a un amigo de Pancho, escritor y putañero, y el breve personaje de Brandoni se parece más al militante radical de pocas pulgas de la realidad, que a su eterno personaje de chanta porteño de la ficción. Ariadna Gil cumple como la hosca amiga de Lucía y la niña Valdivieso consigue algunos rescatables momentos de naturalidad. A pesar de las reminiscencias y de un guión que se permite dejar algunas cuerdas sin tensar, Quiéreme, de Beda Docampo Feijóo (guionista de Camila y El último tren), redondea una narración efectiva y sobre todo, cuenta una historia concreta y completa, objetivo que en el cine nacional no necesariamente abunda.
 
(Artículo publicado originalmente en Página 12)

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