lunes, 1 de septiembre de 2008

CINE - Regresados: Amargo humor argentino


El cine argentino se permite cada tanto pequeñas esperanzas, a pesar de lo desalentador que puede resultar el panorama local, un ecosistema en el que cohabitan el criterio discutible con el cual se decide que proyecto recibirá apoyo oficial y cual no, y algunos hombres de cine que, tal vez en perjuicio de proyectos más aptos, se empecinan en rodar la película equivocada (puede que obtengan de ello alguna secreta gracia). Claro que en el terreno de las hipótesis cualquier utopía puede volverse probable. Lo concreto es que Regresados pertenece a esa selección de alegrías cinematográficas que alcanzan una serie de objetivos excéntricos pero simples, como contar algunas historias, entregar una obra en la que el espectador esté contemplado como parte necesaria que cierra el circuito creativo, y sobre todo entretener.
Un grupo de egresados secundarios, generación 1982, ha decidido organizar un reencuentro 20 años después, en pleno post delaruismo. Hasta ahí llega Lacrose, ex pesado del curso, que después de haber leído algún libro de Coelho está dispuesto a pedirle perdón a Pequeño, su atormentado favorito. Pero este ha faltado al convite. Para Guido y Melina, ex noviecitos, la reunión significará sorprenderse mutuamente con panzas, infelicidades y sueños rotos al por mayor. Por último Lito, quien de joven emigró a España con sus padres, hoy exitoso ejecutivo de uno de los bancos beneficiados por el corralito, que vuelve lleno de añoranzas para compartir esa noche con sus viejos secuaces: Alexis, mediocre aspirante a director de cine, y Franco, padre de familia desocupado y desbordado, que han perdido sus ahorros en la debacle.
Aun partiendo de los lugares comunes que son el disparador de estas tres historias paralelas que dan forma a Regresados, los directores y guionistas Cristian Bernard y Flavio Nardini consiguen llevarlas adelante con un pulso narrativo infrecuente en las producciones nacionales, donde se suele apostar por un cine de autor que abusa de la contemplación, la metáfora rebuscada pero ligera y, como dice Alexis, de un talento que se caga en el público. Por el contrario, con el apoyo de un reparto bien elegido que ofrece, salvo en lapsos aislados, correctas actuaciones, Regresados conoce bien las historias que quiere contar y lo hace sin demoras, todas ellas enhebradas por un humor tan triste, tan amargamente argentino (más bien porteño, con adecuada música al tono), que da gusto reconocer como propios cada uno de sus giros, desde el absurdo al melodrama meloso, casi tanguero, y de ahí al sarcasmo con que se somete al estereotipo nacional al escarnio de la autocrítica. Es que tal vez, igual que para estos siete graduados, todo regreso al pasado es en sí mismo un examen de conciencia, la posibilidad salvadora de re- egresar de realidades colapsadas, libres al fin de viejos vicios y fracasos. Y para bien o mal, que todo vuelva a empezar.


(Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página 12)

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