lunes, 1 de septiembre de 2008

LIBROS - El florete, de Santiago Stura: Una épica porteña


Una tormenta de esas que sólo son posibles en las noches de verano en Buenos Aires, que se mete a fuerza de relámpagos y sudestada por los amplios ventanales del salón en el octavo piso de un club en la calle Cangallo, es el cartón piedra de una escena eléctrica en la que dos hombres se disputan con lances de esgrima cierta cuestión de honor acerca de una virgencita que no es la de Itatí. De un lado Adolfo Acosta, sportsman, aristócrata virtuoso educado en Inglaterra y capaz de cualquier proeza deportiva, cuya estampa se volvió famosa cuando cruzó el Atlántico convertida en tapa de revista. Por el contrario Juan Tolvián, prometedora figura de la esgrima local, es la pujanza de la juventud y las clases sociales en ascenso, que buscan hacerse de un espacio a fuerza de trabajo y dedicada entrega. Dos mundos distintos, paralelos, que la historia insiste en cruzar como cables pelados; tan distintos y sin embargo unidos: por la pasión que los consume; por el orgullo, que les quema y los empuja uno contra otro; por un crimen que en uno de sus floretes tendrá al arma homicida.
Los personajes de El Florete, segunda novela de Santiago Stura ambientada en la Buenos Aires del ´20, parecen estar atados a sus destinos de manera tan trágica como ineludible, al uso de la épica homérica. Como en La Ilíada habrá mujeres de por medio, siempre la excusa ideal para iniciar una epopeya, y allí donde parezca haber un héroe tal vez haya dos, cada uno con su propia odisea que los obliga a buscar la gloria. Pero también con suficientes miserias como para caer en el círculo infernal de las pasiones ciegas, aquellas que se revelan sólo frente a los espejos.
Si algo más necesitan El florete y Santiago Stura para rodearse de un halo de misterio que les sienta muy bien, es cierto carácter de alguna manera “maldito”. Es que con sus dos novelas -la primera había sido Footing sostenido- Stura consiguió el extraño éxito de haber sido seleccionado como finalista de algunos de los certámenes literarios más importantes del país: llegó a las instancias decisivas del Premio Clarín en los años 2000, 2004 y 2006, del Certamen de Novela Joven Fundación Aerolíneas Argentinas y Fundación El Libro, y una Mención del Fondo Nacional de las Artes. Contradiciendo aquello de que un premio no se le niega a nadie, Stura nunca ganó y es probable que, como decía Borges (gran olvidado por los premios), los jurados tuvieran razón. Ese es el mejor de los motivos para leer El florete.


(Reseña publicada originalmente en el suplemento Cultura del diario Perfil)

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