lunes, 1 de septiembre de 2008

LIBROS - La devoradora, de Graciela Ballesteros: Tragar de impotencia


Que una pareja casi nos obligue a revelar fragmentos del pasado que uno preferiría mantener para sí, puede ser para cualquiera síntoma de desconfianza. Pero Laura, que se ha tragado esas astillas como quien sepulta cadáveres, sabe que revolver su pasado puede resultar un ejercicio necesario no sólo para el otro. En ese olvido impostado hay un duelo sin transitar, un dolor, una vergüenza, una furia que ella deberá revisitar para aceptarlas como parte de sí misma. Y la memoria tendrá un lugar de relevancia: algo se retuerce en Laura cuando recuerda a Razmeri, aquel pianista de jazz de culto y oculto, que ella admiró en la inocencia de su juventud en los setenta, muerto en circunstancias casi secretas, cuando la muerte era uno de los secretos a voces mejor guardados.
La novela se convierte en un instrumento que le permite a su autora, Graciela Ballestero, que ganó con ella el Concurso Municipal de Novela del Rosario del año 2007, enhebrar a partir del discurso de su protagonista/ narradora una serie de consideraciones que van bordando un marco conceptual en torno del pasado, de sus heridas, y que acaban por convertirlo en un espacio mítico. Si como sugiere Barthes, la creación del mito y el lenguaje (y de la literatura por carácter transitivo) están íntimamente unidas, los nombres y los hechos abandonarán allí su corporeidad para transformarse en símbolos, metáforas de una realidad más vívida y auténtica que la cotidiana. Aunque muchas veces estas metáforas no lleguen al hueso en su función de unir el objeto y su representación.
La devoradora hace gala de una prosa solvente, que con algunos excesos se encarga de dejar claro el carácter de obsesión que tienen los años de plomo para la autora, su personaje, y para todo un pueblo que ha aprendido (y tiene la obligación de persistir en ello) que devorarse el pasado sólo lleva a la náusea.


(Reseña publicada originalmente en el suplemento Cultura del diario Perfil)

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