martes, 1 de diciembre de 2009

LIBROS - El mejor mundo posible, de Milena Agus: Cándido, al sur de Cerdeña.


“Optimismo es la manía de sostener, cuando todo va mal, que todo va bien”. Incluida en Cándido la frase pertenece a Voltaire, uno de los escritores que con más habilidad han hecho uso del ingenio y la ironía. Un buen alumno suyo, Ambrose Bierce, completa la idea en su Diccionario del Diablo, afirmando que “siendo una fe ciega, el optimismo no percibe la luz de la refutación”. En Cándido era Pangloss, maestro y tutor del protagonista, quien llevaba la afirmación de la filosofía de Leibniz de que estamos en el mejor de los mundos posibles, a extremos que ponían en evidencia su carácter maniqueo. La italiana Milena Agus aprovecha el viejo epigrama acuñado por Leibniz no para reafirmarlo, sino para voltearlo una vez más.
A partir del tono episódico que le dan sus capítulos breves, encastrados de manera que parecen no seguir un orden determinado -algunos hasta pueden leerse de forma unitaria, como si de cuentos se tratara-, El mejor mundo posible relata una serie de situaciones crueles o enrevesadas para luego jugar a convencerse de que de otra manera, el modo correcto, lejos de mejorar se estará siempre ante una alternativa todavía peor. Es ejemplar el caso del niño olvidado por sus padres, a quien Dios mismo parece escuchar en persona. De forma sutil, y a veces hasta brutalmente, la realidad no deja de aparecer mostrando todo el tiempo ese rostro amargo que se empecina en desacreditar a Leibniz. Con paulatina suavidad, aquella apariencia aleatoria va dejando lugar a un cosmos metódicamente encadenado.
Agus ha sabido elegir a la narradora de El mejor mundo posible: la hija adolescente de un ludópata cuyas deudas y desaparición han empujado a su familia a una paradójica reclusión en una paradisíaca casa en la playa al sur de Cerdeña. Los paisajes familiares que ella presenta cada vez más oscuros, contrastan con el estilo inocente de un discurso que, de manera deliberada, intenta teñir de inocencia al desencanto. No por nada el título original de la novela es Ali di babbo, literalmente Alas de papá; a sabiendas de que es la propia narradora quien manifiesta durante el relato su pasión por lo hiperbólico, aun queda la alternativa de que lo narrado no sea sino el único recurso de la niña para aceptar la realidad: desfigurar los detalles miserables de un mundo al que es preferible filtrar a través de la poesía. Todo un síntoma de buena salud.


Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura del diario Perfil.

No hay comentarios.: