jueves, 19 de agosto de 2010

CINE - Noticias de la antigüedad ideológica, de Alexander Kluge: Filmar El Capital, con final feliz.


La cola era ordenada hasta que el hombre de la puerta abrió sus brazos para impedir que la gente siguiera entrando, y con una voz áspera anunció que la sala estaba llena, que no había lugar para nadie más. Podría haber agregado “¡circulen, circulen!”, pero la abundancia de morrales y barbas tupidas lo disuadió: hubiera sonado como una provocación. Además no había por dónde circular: el vestíbulo estaba lleno, y para irse se debía realizar la compleja maniobra de rearmar la fila en sentido inverso y poder así abordar alguno de los ascensores encargados de realizar el descenso desde el último piso hasta la calle. Todo podría haber sido tranquilo: el cine está lleno, ¿qué más se puede hacer? Pues bien, siempre es posible la revolución. Alcanza con alguien que crea que un cine lleno con una multitud proletaria empujada a la marginalidad (el vestíbulo), amputada de los espacios de privilegio (las butacas, el interior de la sala; la gran pantalla iluminada), no es sino otra vulgar demostración del poder capitalista. Y así fue nomás: al grito de ¡proletarios del mundo, uníos!, los de afuera no quisieron quedarse sin lugar, algunos porque tenían entradas y otros por mero espíritu combativo. El señor de la puerta que trataba de atajar al lumpen fue calificado de cipayo en reiteradas ocasiones, mientras los burgueses, en sus butacas, pateaban el piso reclamando el demorado comienzo de la proyección. Las escenas de pugilato no se hicieron esperar.
Créase o no, este desborde de pasión (quizá con menos detalles pintorescos, tal vez de un modo más discreto) tuvo lugar el año pasado en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, en el marco del Festival de Cine Documental de la ciudad, el prestigioso DocBA. El motivo: la exhibición de una versión reducida del film Noticias de la antigüedad ideológica: Marx, Eisenstein y El Capital, del escritor, cineasta y teórico Alexander Kluge, uno de los intelectuales más influyentes de la Alemania de posguerra. La pregunta surge sin esfuerzo: ¿justifica esta película un exceso semejante? Tal vez sí. Por qué no. Luego de un año, el film de Kluge vuelve a exhibirse, pero esta vez en su versión completa: un manifiesto de casi diez horas. ¿Pero diez horas de qué?
La película gira en torno del fallido proyecto del soviético Sergei Eisenstein, uno de los más importantes cineastas del siglo XX, de filmar El capital, la obra magna del filósofo Karl Marx y base del movimiento revolucionario comunista que terminó con el régimen imperial en Rusia y gobernó la desaparecida Unión Soviética durante casi 80 años. Autor de monumentales épicas soviéticas, como Octubre o El acorazado Potemkin, Eisenstein dejó numerosas notas en las cuales había comenzado a bosquejar su visión cinematográfica. Si bien puede inferirse que El capital es un libro imposible de llevar al cine, Eisenstein tenía la capacidad de convivir con la desmesura (aspecto que Kluge consigue retratar muy bien) y aquella virtud de las que hacen gala los genios: imaginación. Admirador de James Joyce, Eisenstein se proponía utilizar para su Capital la misma estructura con la que el escritor irlandés va detrás de cada detalle de un día en la vida de Bloom, el protagonista del Ulysses, buscando replicar el logro de la novela de condensar la historia completa de la humanidad en esas 24 horas.
Con diferentes recursos, que van desde el recitado de fragmentos del libro y dramatizaciones, el re-montaje de escenas de otras películas del director ruso, placas fijas con texto e imágenes complementarias y riquísimos diálogos con una lista de diferentes personalidades, Kluge consigue que Noticias de la antigüedad ideológica, proyecto tan acromegálico como el de Eisenstein, se convierta en un nuevo punto de referencia para analizar la utopía socialista. Con eso alcanza y sobra para entrar a verla, aunque sea a las piñas.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura del diario Tiempo Argentino.

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