jueves, 16 de septiembre de 2010

CINE - Mis días con Gloria, de Juan José Jusid: Contraindicaciones del abuso de un mito


La tarea de realizar una película donde intente recuperarse el mito de Isabel Sarli es cuanto menos temeraria. Porque sin dudas no es a la actriz a quien se busca poner en pantalla en Mis días con Gloria, último film de Juan José Jusid: es al mito al que, como en una sesión de espiritismo, intenta invocarse. Isabel Sarli es, sin discusión, uno de los únicos dos o tres mitos puros que ha dado el cine argentino, y por cierto que no se le puede reprochar el intento al director. Pero el brillo de la leyenda es infinitamente superior al potencial dramático que ha mostrado la Coca en su carrera, y esta película no es la excepción. Dicho esto, uno de los problemas con los que lucha (y pierde) Jusid es, justamente, verse imposibilitado de devolver aquel espíritu a la pantalla a partir de la figura actual de la actriz. Por ello se ve obligado a poner a Sarli en el papel obvio de una vieja diva del cine, que en sus días finales y en busca de ajustar cuentas con el pasado vuelve a su pueblo natal a esperar el final. Es un personaje con muchos puntos de contacto con la Sarli real, que le permite al director aprovechar(se) sin complejos (de) las imágenes de películas famosas de la actriz, incluyendo los inoxidables desnudos en los que Armando Bó supo retratar el busto más hermoso de la historia del cine mundial (se aceptan apuestas).
Más allá de ese recurso y de la decisión no menos truculenta de incluir en el reparto a Isabelita Sarli, hija de la actriz, con cuyos atributos se pretende paliar la definitiva ausencia del original cuerpo del deseo, Mis días con Gloria adolece de otras dificultades, ahora sí ya definitivamente cinematográficas. La historia de la menguante estrella de cine Gloria Satén (nombre que remite al imaginario de cierto cine erótico, más de los ’70 que de los ’60, y que tampoco es una buena elección) comparte metraje con la de un asesino a sueldo que ha perdido la pasión por su trabajo pero que, bajo el pulgar de un inescrupuloso policía, se ve obligado a seguir cumpliendo encargos. El destino cruzará a Gloria con el asesino Roberto Sánchez (nombre que, muerto el Rey, parece uno de los pocos aciertos de la película) y de ese modo se irá construyendo un policial entre romántico, melancólico y definitivamente convencional.
Algunos recursos de montaje, como el uso permanente de los fundidos (entre otros), sugerirán una estética perimida y fuera de época. Los diálogos sobreescritos pondrán a buenos actores, como Luis Luque y Carlos Portaluppi, en trances difíciles de atravesar sin consecuencias para sus personajes. La presencia de Nicolás Repetto no justifica nunca la decisión de no usar actores cuando se los necesita, del mismo modo en que desnudar a Isabelita implica obligarla a competir (sin posibilidades) con su propia genealogía. En el medio, otro intento fallido en la complicada empresa de hacer cine de género en la Argentina, una materia que Mis días con Gloria vuelve a dejar pendiente. Las imágenes finales de una joven Isabel Sarli pondrán otra vez en cuestión las verdaderas intenciones de incluirla en el reparto. Y si Carne sobre Carne, el notable film documental de Diego Curubeto, funcionaba como una oda cantada al mito de la Coca, Mis días con Gloria termina siendo, tal vez sin intención, una elegía triste a esa actriz cuyo fantasma de luz proyectada sigue siendo, para muchos, la mujer más deseada.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos del diario Página 12.

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