miércoles, 26 de enero de 2011

CINE - La mentira (À l'origine), de Xavier Giannoli: Al comienzo del camino

Todo delito es reprobable. Sin embargo a veces se cae en el concepto reduccionista de que los delincuentes son una suerte de raza de imbéciles, sin mayores recursos para sobrevivir que los que el crimen les provee. Lo cierto es que lejos toda deficiencia, por lo general los delincuentes son tipos con un ingenio envidiable. No por nada son la fuente de inspiración del Policial: Sherlock Holmes (o Poirot, el padre Brown, o Isidro Parodi) carecería de sentido si criminales verdaderamente lucidos no desafiaran y pusieran a prueba su juicio. Es posible que muchos delincuentes no sean sino talentos desperdiciados en la lucrativa y riesgosa actividad de vulnerar la ley. Paul, el protagonista de La mentira –última película de Xavier Giannoli-, sin dudas tiene el don. Varios dones, si se atiende a que no sólo se trata de un eficiente estafador de medio pelo. También es un McGyver capaz de convertir una camionetita robada, en el transporte de carga de una compañía constructora con sólo unos retazos de vinilo autoadhesivo; o de inventarse la papelería completa de una empresa inexistente con un cutter, una fotocopiadora y varias revistas viejas. Si eso no alcanza, además posee cierta facilidad para la actuación naturalista, que le permite interpretar tanto a un transportista, un inspector o el gerente a cargo de los insumos de diversas empresas. Tan convincente es su trabajo, que consigue engañar a empleados y supervisores de supermercado de maquinaria industrial, para llevarse en consignación diversas herramientas que luego vende en el mercado negro, junto a su socio Abel.
Aunque es un estafador bien dotado para su oficio, Paul dista mucho de parecerse a Marcos, el colega que Ricardo Darín forjara en la clásica 9 reinas. Lejos de ser expansivo, seductor y de llevarse bien con su forma de vida, es solitario y silencioso. En él es posible intuir desde el principio (tal sería una posible traducción del nombre original de esta película), que se trata de un hombre atravesado por conflictos sordos, de una sensibilidad de la que sus talentos aplicados al delito no son sino el botón de muestra. Por eso no extraña que apenas pasados 10 minutos, Paul traicione a Abel, llevándose dinero, papeles, auto y una pistola. En la huida sobrevivirá con módicas estafas, tachando con rojo todos los rincones del mapa de Francia a los cuales ya no puede volver. Se entrevé que también hay en su interior lugares a los que no quiere regresar y un camino desconocido que ha comenzado a recorrer. Puede notarse en la forma en que contempla a la amable camarerita del hotel de uno de esos pueblos a los que lo arrastra su destino. O en la complicidad que asume con el raterito al que descubre robando su propio auto y a quién le permite escapar. Algo se desata en Paul en aquel pueblo, algo corta amarras dentro de él y lo llena de desconcierto y miedo. Pero también hay deseo. En ese pueblo, donde la obra de una ruta fue suspendida hace años, dejando un tendal de desocupación, todos lo toman por representante de la constructora y la comunidad comienza a rearmarse de esperanza. Paul no tarda en ver la posibilidad de hacer negocio con los desesperados proveedores locales, que de la nada comienzan a “ofrecerle” comisiones para que sus empresas sean tenidas en cuenta durante la obra. El avance de esa autopista que como un fantasma comenzará a crecer a espaldas del mundo, representa un nuevo comienzo.
El primer mérito de La mentira y de Giannoli (quien no por nada fue candidato a la Palma de Oro en Cannes 2009, como lo había sido en 2006 por El cantante), reside en la elección del elenco. François Cluzet realiza un trabajo casi milagroso en la composición de Paul, consiguiendo que cada una de sus dudas y revelaciones puedan leerse en su rostro con tanta claridad que parece transparente. Lo mismo sucede con Emannuelle Devos (premiada en Cannes por este papel), interpretando a la alcaldesa de ese pueblito agonizante, que no sólo quiere ver en Paul un futuro luminoso para su comunidad, sino la posibilidad de una nueva vida. A partir de ellos (incluyendo a Gérard Depardieu, como un intimidante Abel; y a Koko y Vincent Rottiers, como la camarera y el ladrón que se unen ilusionados a la empresa con la que Paul engaña al pueblo, pero que de todas formas comienza con la obra), Giannoli guía de manera firme los procesos de transformación. Y logra que La mentira sea al mismo tiempo varios relatos. El particular “camino del héroe” que Paul transita durante la construcción de esa ruta, que va de la marginalidad al hombre que parece entender por primera vez de qué se trata vivir y que sus habilidades no sólo pueden útiles para el crimen; el feroz retrato de una sociedad gobernada por corporaciones, en donde el individuo también es marginado al rol de variable de cambio; y finalmente, un sólido thriller de autor.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculo de Página 12.

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