viernes, 7 de enero de 2011

LA COLUMNA TORCIDA - Noche de gala en Laferrere


Éramos adolescentes con inquietudes de sobra y tal vez por eso surgió entre nosotros el ambicioso proyecto de armar una banda Punk. Pero no punk rock. No: Punk. Punk sucio, feo y malo, en cualquiera de los sentidos que se le quiera encontrar a esas palabras. Con Pablito (¿ya les hablé de Pablito?) nos conocíamos desde hace años y la amistad se hizo más fuerte cuando a los dos nos cambiaron de colegio al mismo tiempo. Ahí fue que apareció Dani, el Burro, y enseguida fuimos una pareja de tres. El Burro tenía 16 y era el más chico, apenas, pero la verdad es que no había diferencia: todos parecíamos mentalmente de 12. Éramos tres entonces y queríamos nuestra propia banda Punk.
Poseídos por esa vocación, tomamos las cosas con la debida seriedad. Igual que ocurre con un barco recién salido del astillero, lo primero fue bautizar a la banda. El nombre elegido fue Pena de muerte y aunque no hubo champán, doy fe de que sí hubo otras cosas. ¿Mencioné algo acerca de nuestras inquietudes? Bueno: éramos adolescentes y las teníamos. Las fantasías tampoco escaseaban durante los ensayos, que transcurrían bajo la mirada protectora de un retrato de Eva, la santita, y enseguida soñamos con un primer disco para Pena de muerte. Haciendo gala de una creatividad y un talento poético poco frecuentes en chicos de esa edad, titulamos por adelantado al hipotético debut con el nombre de Pene de muerto. El juego de palabras nos pareció una genialidad y también celebramos ese iluminado hallazgo.
Tocamos una sola vez en vivo con Pena de muerte. Fue en una peña realizada en una sociedad de fomento de Laferrere. Seríamos el número de apertura y el show principal estaría a cargo de los salseros Makumaguela. ¿Extraño? No. ¿Por qué? Es verdad que para conseguir ese lugar tuvimos que alterar un poco algunos datos objetivos de la realidad. Por eso no fue poca la sorpresa de los organizadores cuando nos vieron subir al escenario y tocar: esperaban una banda de covers de rock de los 50. En sólo tres temas lucimos nuestras mejores virtudes, desde El Burro cayendo del escenario, mientras tocaba la batería sentado sobre un cajón de soda, hasta yo mismo olvidándome la letra de la última canción, mientrs alegaba airadamente que el retorno era pésimo. El sonidista decidió darnos una calurosa despedida cortándonos el sonido sin aviso. 
Huelga aclarar que la gente de Laferrere nunca olvidó ese show. 
Esto último acabo de inventarlo.

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Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino.

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