lunes, 7 de febrero de 2011

CINE - Hacerme feriante, de Julián d'Angiolillo: Cinco siglos de ferias

Si un tema se ha vuelto insoporta- blemente actual, a partir del fenomenal avance de la cultura digital y la evolución exponencial de los diferentes usos que se le puede dar a Internet, es el de la cuestión del derecho de autor. En Europa, a partir de la presión ejercida por productores musicales, cinematográficos y editoriales, el problema se convirtió en cuestión de Estado. Menos organizados, el problema de la piratería en Latinoamérica y la Argentina es grande, viene de lejos. Basta con mencionar las legendarias zonas liberadas en las fronteras del Mercosur, como los de Chuy o Ciudad del Este, en donde era (y es) posible comprar ropa, cosméticos, artículos electrónicos y casi cualquier cosa. Claro: estos productos no son más que imitaciones, meros avatares de aquellos originales cuya sola posesión es un signo de estatus.
Desprendimiento de esos mercados persa, la famosa feria de La Salada es el máximo emergente de una cultura de consumo que debió adaptarse y ha sabido sacar ventaja de las inestables condiciones que ofrece el mercado en estas latitudes. El documental Hacerme feriante, de Julián d’Angiolillo, intenta con éxito integrarse a ese mundo extraño, tan marginal como fascinante, para exponer los secretos de un universo paralelo que corre sobre la delgada línea que separa lo legal de lo social.
La película cuenta con un primer acto formidable. D’Angiolillo combina la estética propia de los productos pirateados, con el documental de propaganda al estilo de Sucesos argentinos, e imágenes impactantes del complejo La Salada en los ’40 y ’50, cuando era el balneario más importante al sur de Buenos Aires. El choque entre el abandono actual y las escenas colmadas de la alegría de las piletas llenas, consigue impactar y el resultado es contundente: ¿se trata del mismo país? Con rigor, el siguiente paso del director será penetrar con su cámara en la cápsula cerrada de quienes copian películas y discos a escala industrial; de los que confeccionan ropa; en las internas de los puesteros. Hacerme feriante introduce al espectador en un laberinto de pasillos atestados de vendedores y compradores, en los problemas de vivir al límite y los vuelve parte de ese mundo durante casi dos horas.
Pero el mayor mérito del film es el de poner de relevancia cuál es el lugar en el mundo de la Argentina. Una frase de Jorge Castillo, administrador de La Salada, lo dice con claridad: “Cuando Colón vino a América, los indios lo esperaban con una feria.” En vista de los muchos Colones que siguen viniendo cada vez por más especias, acá seguimos siendo feriantes.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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