viernes, 8 de abril de 2011

CINE - Apertura del BAFICI 13 (Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires): La cultura en tiempos de Macri

Foto tomada del sitio www.OTROSCINES.com
La velada transcurría amena: la apertura del Bafici es un ámbito festivo, celebratorio de ese ritual necesaria y gratamente compartido que es siempre el cine. Charlas de colegas matizando la espera, esa ansiedad que antecede la víspera de cualquier esperanza: directores, periodistas, actores y productores, todos felices de simplemente estar ahí, a la espera de que la misa de luz y sombras al fin comience. De pronto la sala del magnífico teatro 25 de Mayo -recuperado por los vecinos del barrio de Villa Urquiza y casi exPROpiado por la actual gestión política de la ciudad- se queda a oscuras. Un cañonazo de luz sobre el escenario certifica que la hora llegó: entrando por la derecha, el ministro de Cultura porteño Hernán Lombardi entra en escena, seguido por Sergio Wolf, máximo responsable del festival desde hace cuatro ediciones. La recepción no es calurosa, ni deja de serlo.
Con habilidad de actor consagrado, Lombardi toma el micrófono inalámbrico que hasta entonces reposaba en su soporte. Wolf en cambio queda encadenado al cable del suyo. Con voz engolada el Ministro comienza lo que espera será un carismático discurso de bienvenida: a los presentes en la sala, a la nueva edición del festival; al cine mismo. Apenas consigue iniciar la primera frase cuando, por la escalera que une la sala con el escenario, dos personas le atragantan la inspiración. Piden permiso para subir y uno de ellos avanza con el brazo extendido y algo en su mano (¿Un grabador? ¿Otro micrófono? ¡¿Un arma?!), algo que el Ministro cree que es para él y se estira para alcanzarlo. Centímetros antes de que las manos consigan hacer contacto, el otro retira la suya, como si se tratara de una clásica rutina cómica y entonces todos reconocen al actor Luis Ziembrowski.
En el auditorio se escuchan risas: la primera idea que aparece es que el Bafici ha querido en 2011 disfrazarse de Hollywood, matizando la ceremonia con algún tipo de sketch a lo Videomatch que deje claro cuál es la base del proyecto cultural del PRO. Pero Ziembrowski se pone los anteojos (era eso lo que traía en la mano) y volviendo a pedir permiso, esta vez al auditorio, comienza a leer a voz en cuello un texto que nada tiene de teatral. Se trata de una lista que enumera el atraso en los pagos de los sueldos de los cuerpos de teatro de la ciudad, la falta de contratos en regla en el Teatro San Martín y el mal estado de la infraestructura teatral en general. Cómo lo cortés no quita lo valiente, el Ministro le ofrece a Ziembrowski su inalámbrico, para que ambas voces -al menos desde lo formal- estén en el mismo plano, pero el intruso declina de aceptar el ofrecimiento y continua hablando fuerte y claro, para que nadie en todo el recinto se quede sin saber de qué se trata. Queda claro cuál de los dos es el verdadero actor. La lista sigue. Se pronuncian las palabras maltrato, incumplimiento, respeto y no deja de mencionarse el conocido conflicto con los empleados del Teatro Colón. El orador se quita los anteojos (su arma), se guarda el papel en un bolsillo y dando las gracias hace mutis, descendiendo nuevamente al anonimato de la sala llena.
Aplausos. Tantos que Lombardi deberá esperar más de un minuto antes de que el silencio lo habilite a improvisar una respuesta: todos los contratos del San Martín están en regla, dice. Alguien desde el fondo conmina al ministro a devolver la plata, mientras un grupo de más de 30 se levantan y se van, dejando al Ministro con su respuesta partida al medio.
Comenzó el Bafici. ¡Larga vida al Bafici!


Artículo publicado originalmente en las sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

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