jueves, 14 de abril de 2011

CINE - Torrente 4: lethal crisis, de Santiago Segura: El exceso como regla

Una de los argumentos en contra de la crítica es que muchas veces analiza a las películas sin tener en cuenta que no es lo mismo Godard que los hermanos Farrelly, y que debería verse a cada una por lo que pretende. Si bien esa afirmación es de algún modo válida, el problema para quien debe tomarse el tiempo de considerar al cine como arte o creación, es que no puede juzgar la intención del responsable a cargo, sino el resultado obtenido, aquello que se ve en pantalla. Este punto no es ajeno a la hora de evaluar a Torrente 4: lethal crisis, la nueva película del desagradable policía madrileño creado por el español Santiago Segura, a la que se podría despreciar por burda, grosera y contraria al buen gusto (estético y político). En parte tienen razón quienes así la juzguen. Torrente 4 es vulgar y escatológica, y hace humor a partir de temas tan delicados como la corrupción, el machismo, la homosexualidad, la xenofobia y el racismo. Y no duda un instante en utilizar a discapacitados de todo tipo, extranjeros, viejos o individuos embrutecidos como material conductor de ese humor. En suma una película despreciable. Pero vamos: ¡que es divertida, joder!
Ningún recurso es malo per se a la hora de hacer cine, la cuestión es para qué y con qué resultados se los utiliza. Y la lista de incorrecciones enumerada no es gratuita, sino que está puesta al servicio de un personaje notable como José Luis Torrente, un ahora ex policía que no duda en abusar de cualquiera con tal de conseguir un beneficio personal, por mezquino que sea. Notable porque retrata con dureza y gracia a un sector de la sociedad que no es para nada gracioso, sin perder de vista ni un segundo que se trata de una crítica. Claro que para notarlo hay que tener habilitada al menos cierta capacidad simbólica y las facultades mentales mínimas, como aquella que permite distinguir entre el bien y el mal. Juzgar a Torrente 4 como racista, homo o xenofóbica, o lisa y llanamente de derecha, es como pretender que Miki Vainilla es una expresión literal de Diego Capusotto (de quien Segura se declaró fanático), sin entender que se trata de una burla del objeto retratado. Una crítica con los pies en el barro. En cuanto al cargo de machista, pues, no hay nada que hacer: sin dudas es culpable, teniendo en cuenta el papel de mero accesorio y juguete sexual que tiene la figura femenina, no sólo para el personaje sino como recurso cinematográfico.
Es cierto que mientras la película juega con ese humor ramplón, por el otro se permite recurrir a los trucos más clásicos del slapstick e incluso a un tono hasta infantil (la escena de Torrente entrando de incógnito a una casa ajena es una seguidilla de gags viejos, inocentes y efectivos). Aun con su gracia (y siendo bastante superior a Torrente 3: el protector), debe decirse que esta cuarta entrega tiene algunas tuercas flojas. La utilización del 3D es una de ellas; tanto, que son pocas las escenas que lo justifican y ninguna demasiado efectiva (tal vez, apenas pueda verse como válida aquella que lleva a su non plus ultra el conocido chiste del jabón en el baño). Otro punto flojo que comparte con la tercera entrega, es la ausencia de un compañero fuerte: el trabajo de Kiko Rivera no consigue acercarse a los personajes construidos por Javier Cámara y Gabino Diego en las dos primeras. Y apenas algunos de los muchos cameos serán disfrutados por el público nacional (los del cantante David Bisbal o los futbolistas Agüero e Higuaín), pero la mayoría pertenecen a una fauna española demasiado de entrecasa que aquí no suman gracia allí donde debieran. En suma, Torrente 4 hará reír a los amantes del humor más desatinado, pero no a quienes se avergüenzan de ese tío desubicado (siempre hay uno), que arruina las fiestas familiares con eructos, pedos y chistes de pésimo gusto. Están avisados.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

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