sábado, 1 de diciembre de 2012

CINE - Siete psicópatas (Seven psychopaths) de Martin McDonagh: Los siete locos

Hacer películas sobre psicópatas es casi un sub género del cine norteamericano, el legado recibido de manos de un inglés, Alfred Hitchcock, a quien se le ocurrió filmar Psicosis en 1960, que convirtió a Norman Bates en un ícono imperecedero de la cultura pop norteamericana. (Por no hablar de la siniestra melodía de violines, bastardeada ad infinitum con “homenajes y bandas de sonido gratuitamente inspiradas en”.) Quizá los expertos en el tema conozcan antecedentes previos, pero no caben dudas de que fue la creación del maestro del misterio la que convirtió a los psicóticos en favoritos del público. No es casual que la comedia negra Siete psicópatas tenga por director a otro inglés, Martín McDonagh, quien hace cuatro años sorprendió con Escondidos en Brujas, comedia también negra cuyos protagonistas eran dos demenciales asesinos a sueldo. En su segunda película McDonagh vuelve sobre el tema y lo multiplica por siete, ecuación irrealizable si no se la piensa desde el desborde y un humor desaforado que es la esencia de este relato, que reúne un conjunto heterogéneo de personajes insensiblemente sádicos y litros de sangre artificial.
Marty (Collin Farrell) es un escritor de origen irlandés con problemas para terminar un guión que gira en torno a las historias de siete personajes psicóticos. El caso es que no termina de encontrar los relatos que sean capaces de dar vida a un grupo de locos lo suficientemente de remate que merezcan estar en una película. Por ese motivo su amigo Billy (Sam Rockwell), quien se dedica a la lucrativa tarea de secuestrar perros, se encargará de proporcionarle extrañas historias acerca de individuos perturbados. A partir de los relatos que el propio Billy irá haciendo, comenzarán a aparecer en forma de viñetas las historias de los siete psicópatas que Marty necesita para desarrollar su proyecto. Un cuáquero que busca vengar el asesinato de su pequeña hija; un asesino serial que sólo mata destacados miembros de la Mafia (o la Yakuza); un vietnamita vestido de cura que asesina prostitutas en hoteles, porque siente que la guerra aun no terminó. Y hasta un gangster preocupado por recuperar a su perrito Shih Tzu, misteriosamente desaparecido. 
McDonagh se encarga de narrar a toda velocidad pero sin apuro, siguiendo el ritmo desaforado de sus personajes, sin ahorrar en giros absurdos ni despreciar la estética Gore cuando esta adquiere el carácter de “la mot juste”. El resultado es una película donde lo importante son los personajes y las relaciones que comienzan a tejerse entre ellos, y ahí está la clave. Porque la gracia principal de Siete psicópatas se encuentra en la conformación de su elenco, integrado por actores que se han hecho famosos interpretando otros sicópatas recordados del cine reciente. 
Ahí están Woody Harrelson (Asesinos por naturaleza); Sam Rockwell (Asfixia; Confesiones de una mente peligrosa); Tom Waits (Renfield en el Drácula de Coppola); Christopher Walken (bueno… ver filmografía completa de Christopher Walken). Y Colin Farrell, que rinde más si, como en este caso, se lo libera al juego que cuando se lo intenta sujetar a personajes “serios”. En definitiva, un grupo de actores capaces de abordar registros oscuros pero también de brillar en la comedia, características indispensables para que Siete psicópatas no colapse en su intento de abordar un humor negro pasado de rosca. Quiso el destino que la película de McDonagh se estrene en Buenos Aires una semana después de que Hermanos de sangre de Daniel de la Vega fuera elegida mejor película de la Competencia Argentina en el Festival de Mar del Plata. Y una semana antes del estreno de Diablo, la película con la que el periodista, director y guionista Nicanor Loreti obtuviera el mismo premio el año pasado. Siete psicópatas comparte con ellas un absurdo y violento espíritu lúdico y si algo puede concluirse a partir de esta conexión, es que ahora el cine argentino también puede hacer con eficacia películas de este tipo. Sin embargo, sin despreciar la calidad de los actores locales, tal vez la gran diferencia entre Siete psicópatas y las otras sea que acá no se puede contar ni con Harrelson, ni con Waits ni con Rockwell, mucho menos con Christopher Walken. En eso no tiene comparación: la película de McDonagh es un festín de desquiciados en pantalla.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

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