jueves, 18 de junio de 2015

CINE - "Hawaii", de Marco Berger: Una mirada distinta desde el molde del cine clásico

Durante todos los jueves de junio y julio en el espacio de cine del Centro Cultural de la Cooperación se proyecta Hawaii, nueva película de Marco Berger, uno de los nombres más personales de su generación. Una consideración que va más allá de la valoración particular que pueda hacerse de cada una de sus películas, porque alude a la calidad narrativa que este director ha demostrado y, sobre todo, a la coherencia que puede comprobarse dentro de su obra. Es que Berger ha conseguido con esta y sus dos películas anteriores –la comedia Plan B y el oscuro drama Ausente- formalizar una mirada que tiene su mayor virtud en la capacidad de permitirle al espectador adueñarse de un punto de vista que se aparta de las narrativas clásicas y hegemónicas dentro de la industria del cine. Pero, ¿de que tratan las historias que cuenta Berger? ¿Cuál es esa mirada nueva a la que puede accederse a través de sus películas? Empecemos por revelar de qué se trata Hawaii.
Martín vuelve a su pueblo en busca del hogar y la familia que alguna vez tuvo, pero no encuentra a nadie. En la calle y sin trabajo comienza a hacer changas para sobrevivir, hasta que se reencuentra con Eugenio, amigo de la infancia que está pasando el verano en una quinta de la zona. Las diferencias entre ambos son notables, sobre todo las económicas, pero el reencuentro vuelve a hacer surgir esa amistad que la infancia se llevó. Sin embargo hay algo más que los une pero que ellos mismos no terminan de asumir: se gustan. Martín y Eugenio son gays y sobre esa temática Berger ha construido una obra. Igual que en sus trabajos anteriores, Hawaii trabaja sobre los moldes clásicos de los géneros cinematográficos, en este caso el drama romántico, y consigue poner patas arriba las convenciones de la narrativa heterosexual, valiéndose de las herramientas del cine comercial. Ser espectador de Hawaii representa para el espectador hétero la inusual posibilidad de ver al mundo, aunque sea por un rato, con los ojos de ese otro al que por tanto tiempo se discriminó y a quien aún se discrimina de muchas formas.
Para Berger las cosas son de otra manera. “No creo que el centro de Hawaii sea lo gay sino el desamparo, el prejuicio de clase, el amor”, afirma el director, a quien se le ha marcado que sus personajes viven la sexualidad con culpa o de manera conflictiva. “Justamente en Hawaii no creo que creo que esto sea así”, vuelve a discrepar. “Me parece que en esta película la culpa reside en la relación de poder que tiene uno sobre otro y que el deseo se puede confundir con abuso de poder”, amplía.

-En tus películas está presente la idea de lo prohibido en relación a la homosexualidad. En una actualidad donde tantos derechos han sido conquistados, ¿puede decirse que tus películas representan la mirada de la generación anterior?
-Claramente, porque soy de otra generación. No puedo dejar de estar impregnado de mi pasado, de mi adolescencia y de lo difícil que era ser gay cuando era chico. Recuerdo que para la mirada de mi niñez era algo tan malo que yo muchas noches, con trece años, me prometía a mí mismo esconderlo siempre, como si fuese una especie de maldición que no debía ser descubierta. También creo que la libertad de la que hablás es una libertad enmarcada en un grupo social. Seguramente nadie se horrorice porque vayan dos chicos abrazados o se besen en medio de Palermo, pero si nos imaginamos la misma situación en la estación de tren de San Justo o en la plaza central de Resistencia en Chaco, seguramente sea bastante diferente. Además aunque dos chicos se besen en medio de Palermo, siguen llamando la atención. Si se besan un chico y una chica son invisibles, en cambio si se besan dos personas del mismo sexo puede ser que nadie diga nada, pero todavía es algo, por lo menos, que atrae la mirada de la gente".  

-Atendiendo a la coherencia temática de tu trabajo, parece haber una búsqueda por construir una obra dedicada a pensar una mirada cinematográfica que permita ver el mundo de manera contrapuesta a la mirada del mercado que es siempre heterosexual. ¿No tenés miedo a encasillarte?
-Ningún miedo. Cada vez me importa menos. La gente que vio mis películas sabe lo que hago y si viene a ver otras será porque le gustaron las anteriores. Lo gracioso, de hecho, es que muchos espectadores (siempre heterosexuales) no les gusta que mi cine se considere gay porque ellos sienten que van a ver una película y lo gay lo ven como circunstancial. Les interesan mis historias y la forma en que las cuento. Todo el tiempo recibo mensajes que gente que siente que alguien los representa. Si mis historias cambiaran y fuesen entre hombres y mujeres, seguramente serian igual que estas pero conformarían a la heteronormatividad imperante.  
-Si en algo son exitosas tus películas es en esa capacidad de permitir al espectador heterosexual una subjetiva gay del mundo. ¿Cuánto tienen que ver con el éxito en ese punto tu trabajo con los géneros?
 -Hoy por hoy creo que mis películas gustan pero no creo que sean un éxito. El éxito se puede medir con varias varas. En cuanto a la recepción del público, críticas y festivales, podría decirse que son un éxito; pero en cuanto a los números sigue siendo muy dificil llegar, con este tipo de películas independientes, al publico en general.  
-Cuando Hawaii se estrenó en Bafici, yo critiqué lo que para mí es el exceso de una estética de erotismo clase B a la hora de construir tus historias, algo que creo que ocurre por apoyarte en las herramientas narrativas del cine clásico. 
 -Recuerdo eso y recuerdo que me dolió bastante. Soy muy seguidor de las críticas y siempre siento que aprendo un montón. Me gusta que alguien me marque determinadas cosas y poder sentarme a pensar sobre eso. Sin embargo tu crítica me había dolido porque decías que yo era una especie de Taratuto del cine gay. Me había dolido porque la diferencia entre Taratuto y yo era abismal, él trabaja con famosos y llena salas de cine de la mano de Suar y Peretti, cuando mis películas, en ese momento, solo habían sido estrenadas en Malba. Desde ese lugar me parecía bastante injusta la comparación. Por otro lado se criticaban los lugares comunes y el erotismo de clase B (asociado por mí a lo berreta). Creo que ahí no se entendía que claramente quería trabajar y darle una relectura a los arquetipos.  
-Cuando hablé de éxito no me referí a lo comercial, sino a un éxito de tu trabajo como narrador cinematográfico. Y lo mismo digo en cuanto a la comparación con Taratuto, donde de ninguna manera se trata de poner en pie de igualdad los medios económicos con los que cada uno cuenta ni del éxito comercial de sus películas y las tuyas , sino de una comparación estrictamente temática. Taratuto era conocido por sus películas basadas en el clásico “chico conoce chica”, y de alguna manera las tuyas se apoyan en una idea análoga en la que “chico conoce chico”.  
-Si mis películas son un éxito porque ofrecen una mirada diferente y funcionan, estoy contento. Por eso también aclaré que el éxito se puede medir con varas diferentes. Seguramente desde mi ego muchas veces malinterpreto criticas porque me siento expuesto o juzgado. Pensá que los directores hacemos cine y los críticos escriben sobre las películas, pero los directores pocas veces podemos opinar públicamente sobre las críticas o defender nuestro punto de vista. 

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo.

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