jueves, 10 de septiembre de 2015

CINE - "El lado peligroso del deseo" (Knock knock), de Eli Roth: El miedo de los machos

El nuevo trabajo del estadounidense Eli Roth es una modesta sorpresa. No tanto por lo que El lado peligroso del deseo representa desde lo cinematográfico (que tampoco es tanto), sino porque es la primera de su no muy extensa filmografía de la que puede decirse que es una película decente. La primera que más o menos está a la altura del nombre que este director ha conseguido hacerse vaya a saber cómo. Porque al revisar la lista de sus trabajos anteriores, ya sea como director o guionista, ninguno justifica que sea tan conocido ni que se convirtiera en director de culto. O se ganara el respeto de colegas como Robert Rodríguez o Quentin Tarantino (Roth tiene un papel importante en Bastardos sin gloria, e incluso dirigió algún segmento del film), o el prestigio como para encabezar los afiches de películas ajenas con el rótulo “Eli Roth presenta”, como ocurre con la reciente El payaso del mal. Roth dirigió cuatro películas antes de ésta; ninguna de ellas buena. De Hostel se podrá decir que es shockeante por el nivel explícito de tortura que pone en pantalla, pero nunca que es buena. Ocurre que Roth consiguió convertirse a sí mismo en personaje, en un producto, y no hay nada que les guste más a los estadounidenses que consumir productos. Por todo eso El lado peligroso del deseo es una sorpresa: porque Roth consigue invisibilizarse para dejar ser a la película.
El lado peligroso del deseo (explícito título local que reemplaza al minimalismo del original Knock Knock) es algo así como un thriller machista que con gracia pone en escena dos lugares comunes: el miedo masculino a no poder mantener bajo control su propio deseo sexual expuesto a la psicopatía femenina. Se trata de una suerte de versión a lo bestia de Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987), en la que dos jovencitas se aparecen una noche de lluvia en la casa de Evan, esposo fiel y padre devoto que ese fin de semana se quedó a trabajar mientras la familia se fue a la playa. Las chicas dicen haberse perdido buscando una fiesta y así consiguen que Evan les permita entrar para pedir un taxi. A partir de ahí harán lo imposible para seducirlo y ya se sabe lo débil que es la carne llegado el caso. La cosa se complica cuando al otro día, tras amenazarlo con denunciarlo por pedófilo, las chicas empiezan a torturarlo durante todo el fin de semana.
Lo bueno de El lado peligroso del deseo es que Roth consigue volver posible lo inverosímil, partiendo de la premisa de que el deseo del hombre una vez activado se vuelve inmanejable. La película elude además la peligrosa posibilidad de volverse torpemente feminista, como la teatral y manipuladora Hard Candy (David Slade, 2005, a la que parece parodiar), haciendo que no queden dudas de que sus chicas son dos completas chifladas. Roth también entiende en que momento exacto la credibilidad comienza a desmoronarse para dar un bienvenido salto hacia la comedia. Que es una comedia negra y truculenta, pero por suerte nunca como sus anteriores films. De paso logra que Keanu Reeves, cuyo trabajo no es sólido cuando actúa serio, se vuelva simpático al ser puesto en ridículo. Nada de esto hace de El lado peligroso del deseo una gran película; pero si se consigue sintonizar su frecuencia puede ser un entretenimiento disfrutable. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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