miércoles, 2 de diciembre de 2015

LIBROS - "Del principio y el fin. Sobre la legilibilidad del mundo", de Uwe Timm: Literatura de punta a punta

Durante los últimos días de noviembre visitó Buenos Aires el escritor y filósofo alemán Uwe Timm, especialista en la relación entre literatura y memoria histórica. Uno de los motivos de su visita fue la realización de la charla Literatura, nazismo y nuevos refugiados, que mantuvo con su compatriota el investigador y traductor Berthold Zill en la siempre activa Universidad de San Martín (UNSAM). La segunda de las razones para su paso por el país era la presentación de su libro Del principio y el fin. Sobre la legilibilidad del mundo, obra publicada justamente por la UNSAM, realizada en la Biblioteca del Instituto Goethe, en el cual Timm reflexiona acerca de la creación literaria y la experiencia de la escritura.
Se trata de un conjunto de cinco conferencias que el autor brindó hace seis años en la Universidad Goethe de Frankfurt, en las que a partir de cuestiones tales como la relación entre la palabra y la letra, reflexiona sobre los fenómenos de la escritura y de la lectura, en un arco que abarca desde (y sobre todo) las Sagradas Escrituras, pasando por Goethe y Theodor Adorno. Pero sobre todo aborda de diferentes maneras los asuntos del comienzo y el final dentro de la labor literaria. Asuntos fundamentales para la disciplina de la prosa y la narración, en tanto la estructura misma de su objeto demanda ajustarse a la formalidad estructural de una introducción y un desenlace unidos por un nudo. Para ello, Timm recurre en primer lugar a textos ejemplares respecto de lo que significa narrar un comienzo o un final, textos que justamente se ocupan de recrear (o imaginar) el primero de los principios y el final de los finales: los mitos religiosos occidentales, de La Biblia a la mitología grecorromana.
A lo largo de sus textos Timm analiza la forma en que el libro del Génesis (en la traducción de Martín Lutero) analiza la forma en que es contado el principio de la creación. También menciona de manera repetida aquella frase que abre el "Evangelio de Juan", en la que la palabra es la responsable de todos los orígenes: “Al principio era la palabra”. En ella lo religioso parece desembocar en cierta filosofía del lenguaje, en tanto el lenguaje de algún modo determina la existencia de las cosas: algo comienza a existir (al menos en términos humanos) cuando es percibido y traducido a la lengua, cuando se lo nombra. “Barthes decía que el lenguaje y las palabras nos obligan a hablar, tienen un poder que nos impone el acto de hablar”, avanza Timm sobre esa idea. “No solamente en el nombrar o denominar, o en la cuestión meramente comunicativa de una conversación, sino justamente en determinados usos en la dinámica del poder que se da a través de la palabra. Lo interesante en la literatura es que justamente puede jugar con ese poder de las palabras y por eso lo que hace la buena literatura es diluir ese poder: la buena literatura se ocupa del lenguaje y lo tematiza. No toma a la lengua como algo obvio, sino que lo que hace es poner en evidencia el hecho de que tenemos una lengua”, concluye.
Respecto de eso Timm no sabe si todos los escritores son conscientes del poder de las palabras ni de la responsabilidad que implica su uso. Sin embargo su certeza le alcanza para afirmar que “los buenos escritores sí lo son”. “Tienen que serlo”, afirma, “porque la reflexión acerca del modo en cómo va construyendo su texto –de si una oración está bien o suena bien; si hará uso de la ironía; si ciertas cosas serán citadas de una manera u otra— debe ser permanente. Lo mismo que la discusión acerca de ese poder de las palabras. Además se trata de una reflexión y una consciencia que deben ser continuas.

-En referencia a la elocuencia visual del comienzo del relato del Génesis bíblico, usted escribe, que en ese texto las palabras resultan extraordinariamente ilustrativas, una elocuencia que inevitablemente genera un relato de imágenes.  
-Las imágenes tienen una fuerza y una potencia inmediata. En el cine, por ejemplo, acaban por conformar un flujo de imágenes que tiene la potencia de una catarata. Pero al mismo tiempo la palabra exacta, la palabra justa, todavía conserva intacta toda su fuerza. Eso se nota en la actualidad cuando uno vuelve a leer la traducción que Lutero hizo de La Biblia, donde se hace evidente que la fuerza habita en la palabra. Es interesante saber que para crear esas imágenes Lutero, cuya colaboración fue fundamental en la formación de la lengua alemana, tomó como referencias lingüísticas escenas de la vida real de su tiempo. En un momento en que la imagen goza de un poder tan amplio y permanente, es muy importante que el escritor redoble sus esfuerzos por buscar y encontrar esa palabra exacta. Y aunque el cine forma parte de esa superabundancia de imágenes, también es cierto que cumple con el rol de volver a enseñarnos a mirar a través de algunas de sus imágenes silenciosas.  
-En uno de sus ensayos también afirma que sin memoria no hay principio, ya que solamente es desde la memoria desde donde puede reconstruirse el origen. ¿Cree que un pueblo sin memoria es un pueblo sin principios, entendiendo a esta palabra no sólo en tanto comienzo, sino también en su definición ética, como conjunto de ideas y preceptos a través de los cuales se entiende al mundo y se determina de qué manera debe el hombre, de forma individual o colectiva, conducirse dentro de él?  
-La memoria pertenece a los dos ámbitos. Por un lado es necesario saber acerca de nuestros comienzos, de las catástrofes y de nuestros errores. Todas ellas son condiciones previas para saber adónde uno quiere ir, si es que queremos tener un neoliberalismo estricto o si en cambio queremos tener una sociedad justa. Y esto sólo puede suceder en la lengua, no hay otra manera, porque el lenguaje tiene la memoria, el recuerdo, y el acceso a la discusión que debe darse para determinar la dirección en la que se debe avanzar.  
-¿Entonces hay una ética en el modo y el uso literario de las palabras?  
-Sí y esa ética corresponde a aquel uso exacto y apropiado de la lengua. No utilizarla para el engaño o la mentira.  
-Sería una ética ligada íntimamente a la estética.  
-Absolutamente.  
-Usted postula que el mundo en tanto creación es obra. Y en tanto obra puede ser leída, vista o interpretada como otras formas del relato. ¿Qué lectura puede hacerse de ella atendiendo a sus particularidades en tanto obra? Por ejemplo, que no sólo está en permanente escritura, sino además en permanente reescritura, lo cual implica que no sólo es imposible llegar al final, sino que siempre es necesario volver a hacia atrás a releer, porque aquello que teníamos por definitivo es en realidad potencialmente variable.  
-Esa es la misma operación que hace el lector. Siempre interpretaciones diferentes según los efectos, según la historia. Uno mismo puede leer un libro en diferentes momentos, en diferentes circunstancias.  
-¿Y qué dificultades, soluciones o eventuales herramientas le puede aportar a los campos del análisis o la crítica esta posibilidad de abordar el relato de la creación en su carácter de obra mutante y sin fin?  
-Ahí se da la misma situación que quien escribe. Uno como autor siempre está en la situación de corregir, porque al escribir uno siempre está modificando algo, pero el momento crítico no sólo le corresponde al escritor sino que también es una instancia sobre todo para el lector. En cuanto al crítico literario, se trata de ese momento en el que comienza a hacerse preguntas respecto de la obra y de su vínculo con ella. Ese aspecto de crítica constante también es un momento creativo, que también es, no sólo posible, sino esperable tanto para el escritor como para el lector e incluso para el traductor. Eso es la libertad estética.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo.

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