jueves, 2 de noviembre de 2017

CINE - "La muralla criolla: La zanja de Alsina", de Sebastián Díaz: La historia proyectada

“En el año 1875 el presidente Nicolás Avellaneda solicita al Ministro de Guerra, Dr. Adolfo Alsina, presentar un plan para terminar con ‘El Problema Indio’. Alsina propone avanzar la frontera bonaerense y defenderla mediante una zanja con un murallón interior con el objetivo de evitar o demorar el paso de los arreos. Un millar de operarios cavan durante un año 375 kilómetros de zanja.” Con este texto breve y didáctico comienza La muralla criolla, documental de Sebastián Díaz que va en busca de los vestigios de la llamada Zanja de Alsina, uno de los más interesantes, absurdos y poco divulgados episodios de la Historia argentina. Excluido de los programas de estudio, es sin embargo uno de los hechos que con mayor elocuencia expone el modelo político sobre el que se edificó este país. Y además se presta para un juego simbólico que es posible transportar hasta la actualidad. Porque así como aquel proyecto de Alsina se proponía dividir en dos a la Argentina de manera literal, resguardando de un lado a la civilización y excluyendo del otro a la barbarie, hoy quizá sea la misma lógica la que se utiliza para llamar grieta a lo que en aquel momento se denominaba zanja.
Esa zanja –que la historia oficial disimuló durante más de un siglo detrás de la mucho más efectiva (y cruel) Conquista del Desierto que poco después comandó Julio A. Roca, sucesor de Alsina en el Ministerio de Guerra— fue la obra pública más grande que el estado nacional planeó llevar a cabo durante el siglo XIX. Así lo afirma el historiador Marcelo Valko, una de las dos cabezas parlantes que guían el documental. La otra es la de Osvaldo Bayer, nombre clave en lo que se refiere a pensar un relato histórico menos heroico y más honesto, siempre dispuesto a echar luz sobre lo olvidado o lo oculto. Y, claro, una fija en cuanto documental se realiza para denunciar los crímenes cometidos contra los pueblos que originalmente ocupaban esas tierras arrebatadas y luego distribuidas entre las familias de la Sociedad Rural.
Para apoyar su relato central, La muralla criolla recorre las ciudades fundadas en torno a los fortines instalados para defender esa nueva frontera instaurada por la fuerza. Para ello cuenta con ayuda de historiadores locales, que aportan datos sobre el origen de sus propios pueblos. La película incluye además algunos segmentos animados, recurso ingenioso para llegar donde el archivo no puede, y la lectura de varias cartas enviadas por los caciques más importantes, como Namuncurá y Pincén, a sus pares militares. Como ocurre con este tipo de documentales en los que el tema expuesto supera los límites del presupuesto, La muralla criolla ofrece gran cantidad de teorías, datos e información, y deja un puñado conceptos que dan cuenta de que el exterminio de los pueblos originarios se sostenía, como la mayoría de las guerras, en motivos económicos. “La Patria es el precio de la carne”, dice alguien para volver a caer en la cuenta de que, en efecto, nada cambió demasiado. Solo que ahora la Patria también es el precio de la soja.  

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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